Este se merece un trato especial.
He leído a través del Jardín de las Flores Curiosas este post:
Una de las personas que desempeñaron un papel decisivo en la conceptualización de la energía fue Michael Faraday, un muy buen aprendiz de encuadernador que, sin embargo, no deseaba pasarse la vida encuadernando libros. Como escotilla por donde escapar de la pobreza en la década de 1810 en Londres, ese trabajo le ofrecía no obstante una ventaja singular: “Habia muchos libros para leer -escribía años después a un amigo-, y lei casi todos”. Pero su lectura era fragmentaria, y Faraday reconoció que en muchos casos se limitó a ojear las páginas que iba encuadernando. De vez en cuando pasaba solo las tardes y entonces sí que podía leer cuadernillos enteros, de 16 o 32 páginas, a la luz de una vela o un quinqué.
Podía haberse convertido en un buen encuadernador, pero aunque la movilidad social en el Londres de comienzos del siglo XIX era muy escasa, no era nula. Cuando cumplió los 20 años, un cliente le ofreció invitaciones para una serie de conferencias en la Royal Institution. Sir Humphry Davy habló en ellas de la electricidad y de los poderes ocultos que debían existir tras la superficie de nuestro universo visible. Faraday escuchó con atención y se dió cuenta de que se le ofrecía una vida mejor que la del taller de encuadernación. ¿Pero cómo podía acceder a ella? No había ido a Oxford ni a Cambridge, ni siquiera a una escuela secundaria; sólo disponía del dinero que podía darle su padre, herrero de profesión, es decir, de ninguno, y sus amigos eran tan pobres como él.
Pero podía confeccionar un libro impresionante. Mantenía desde siempre el hábito de tomar notas de cuanto podía, y repasó las que había tomado de las conferencias de Davy. Las pasó a limpio e insertó algunos dibujos de los aparatos que había empleado éste en sus lecciones. Luego reescribió el manuscrito (todos los borradores se conservan como una reliquia sagrada en el archivo de la Royal Institution londinense), echó mano de su cuero, leznas y útiles para grabar, y produjo con ellos un libro fenomenal, que envió a sir Humphty Davy.
Éste le contestó invitándole a encontrarse con él. Le agradó, y tras una serie desconcertante de idas y venidas finalmente lo contrató como ayudante de laboratorio.
Me gustan este tipo de historias.
Estas cosas son de las que a todos nos gustarian que nos pasaran. Bonita historia