El primer día del curso en el IESE, el profesor Cosimo Chiesa nos hizo realizar una lista con 25 adjetivos que describieran a nuestro comercial ideal. A continuación nos dijo que gusrdáramos la lista hasta el tercer día, cuando analizaríamos lo que habíamos escrito.
Efectivamente, al tercer día nos hizo sacar los listados y nos pidió a cada uno que dijéramos uno de los adjetivos que habíamos escrito. El se dedicó a escribirlos en la pizarra.
Inteligente, automotivado, buen negociador, buen jugador de equipo, tranquilo, amable, educado, persuasivo, persistente, con visión de empresa, leal, habilidoso, optimista, imaginativo, audaz, con credibilidad, orientado a resultados, etc…
Al terminar, el profesor nos hizo indicar cuales de ellos formaban parte de habilidades técnicas y cuales eran características actitudinales del trabajador. De forma aplastante, el 90% de los adjetivos que estaban en la pizarra no podían aparecer en un CV… pero son precisamente las características más deseadas.
Por otro lado hay pocos trabajadores que vean recompensada su imaginación, su audacia, su optimismo, su orientación a resultados, su amabilidad.
Me he encontrado con un interesante artículo en la Maldición de Sísifo que me ha hecho hacer esta reflexión. Muchas veces lo que buscamos no es palpable ni medible… y otras veces lo que decanta la balanza no es precisamente un buen salario.
Es por eso que actualmente se empiezan a promover los salarios emocionales, aquellos que de alguna manera pueden pagar al trabajador con la misma moneda, aunque "moneda" sea la palabra menos indicada en este tipo de salario.
Gracias por citarme David.
Me encanta tu concepto de salario emocional, además como decía el malafamado Diogenes, las cosas de mayor valor suelen ser las de menor precio.
¡Con lo poco que costaría!. Opino que es el próximo pasó en la evolución del mundo empresarial. Afortunadamente, ya no se ordena al trabajador que se deje la cabeza en casa porque sólo se le paga por las manos, como decía Henry Ford, ahora sólo falta que no se le ordene que se deje las emociones en casa porque sólo se le paga por su cerebro.