Me he reido un ratillo con el siguiente artículo.
Me ha hecho pensar en las razones por las que dejé de jugar a rugby (no, no soy el David Monreal de la Selección Española, él es quince veces más ancho que yo).
En cualquier caso, siempre me ha gustado empezar las visitas hablando de algún tema (trascendente o intrascendente) para crear un buen ambiente. Durante unos días tuve un buen tema de conversación: mi ojo morado. En un entrenamiento, mientras hacíamos una ronda de placajes, bajé demasiado la cabeza para detener la inercia del placador y… PAM! Recibí un cabezazo en el pómulo. Con esto podíamos hablar un rato de rugby y distendir el resto de la conversación.
De todos modos, más adelante fui cojo unos días por un golpe en el fémur y empecé a pensar que me estaba saliendo de las “normas de etiqueta” en las reuniones que me gusta auto-imponerme y fue una de las razones por las que dejé la práctica de este noble aunque duro deporte.
Con esto quiero llegar a que hay cosas que un entrevistador disculpa y que incluso pueden llegar a separarte del resto y humanizarte. Hacerte identificable: “sí, el chico del ojo morado”.
Pasa lo mismo con los piercing o los tatuajes?
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