Recomiendo la lectura (y posterior reflexión) de éste artículo de Andrés en Marca Propia.
Siempre he creído que el valor de uno mismo como profesional va en relación directa a la distancia que le separe de la mayoría.
Cuando alguien acaba los estudios, no aporta más valor (técnicamente hablando) que los 4.000 o 5.000 estudiantes de su promoción que se incorporan ese mismo año al mercado laboral. Las leyes del mercado son implacables: si abunda, baja de precio. Si escasea, es más caro. Lo mismo pasa con el talento.
(También afectan las “modas“, que pueden romper temporalmente la norma, pero eso es para otro post).
Conforme pasan los años, el CV se va completando con experiencias vividas, proyectos, decisiones tomadas, errores (incluso eso!) y éxitos. Eso es lo que hace que el valor de uno mismo aumente como profesional ya que puede aportar a una Compañía lo que ha ido aprendiendo a lo largo de su carrera y le hace más o menos único.
[…] Siguiendo una de las reflexiones de Joel, los buenos profesionales no buscan empleo. La estructura de talento es una pirámide y en la cúspide están los mejores empleados. Esos son los que toda Compañía desearía encontrar para sus ofertas o, almenos, los que están en la parte alta de la pirámide… pero tal y como van las cosas, a los buenos no les está costando encontrar empleo y actualmente están a trabajando. […]