(Cuidado, filosofada a la vista).
El otro día estava manteniendo una conversación sobre como implantar cambios en una estructura con inercia.
Me acordé del álgebra de mi época universitaria y puse como ejemplo el cambio de base: cuando te definían un vector un entorno y tenías que calcular qué proceso se debía aplicar para definir ese mismo vector en otro entorno.
(Si hay algun matemático que lea esto, espero que no se ofenda de mi burda y quizás incorrecta definición).
El proceso en la gestión del cambio tiene una parte de eso. Es importante conocer las características de las dimensiones que definen al primer vector. También es importante conocer las características de las nuevas dimensiones que definirán al vector depués de la tranformación.
Llevado al mundo práctico, no creo que se pueda gestionar un proceso de cambio con la fuerza. Lo que funciona en un entorno no tiene porqué funcionar igual en otro. Pienso que es importante conocer la realidad sobre la que vamos a ejecutar este cambio, las características del entorno, del mercado, la historia, la gente, la misma inercia que lleva, etc. Es necesario pensar el proceso de transformación para cada uno de los parámetros para, con perseverancia pero de forma eficiente, ir moviendo toda la estructura hasta la posición deseada.
Estoy totalmente de acuerdo con tus apreciaciones. En base a mi experiencia, no es solamente una cuestión de conocimiento de como será la dimensión final.
Hay que tener en cuenta muchos otros factores que a menudo provocan que los cambios no se ejecuten, o se ejecuten como una sucesión de parches (más difíciles de cambiar a la larga). El más importante a mi modo de ver es el miedo al cambio: es muy fácil adivinar cuando una situación necesita un cambio, lo que es mucho más difícil es vencer al conformismo y hundir la idea miedosa del “si cambiamos mucho, quizás todo deje de funcionar con la inercia que lo hacía”. La prudencia y el miedo nos vuelve conservadores