En los últimos meses hemos estado profundizando en la cultura de la experimentación. En mis encuentros con distintas startups a lo largo de este tiempo he procurado explicar esta misma forma de pensar y actuar para prevenir el despilfarro de recursos en ideas que, al final -normalmente al final de los ahorros-, se demuestran erróneas o no suficientemente provechosas.
Hay diversas fases en el proceso de adopción de la metodología. Una de ellas es la simplificación: se cree que cualquier idea se puede resumir en un único experimento que la valida o invalida. Eso es incorrecto y es algo que en la literatura sobre Lean Startup no se explica con suficiente claridad pero que la indústria hace años que ha solucionado de forma efectiva.
Una idea puede ser compleja y se compone por un sistema de hipótesis, unas expectativas y unos límites de coste. Un programa de experimentos debe estar diseñado para ir minimizando lo máximo posible la incerteza sobre nuestras hipótesis. Es decir, un experimento debería hacer que el rango de valores de una hipótesis se reduzca. Después de cada experimento debemos recalcular el rango final de resultados posibles y ver si el modelo sigue siendo viable dentro de los límites de beneficio y coste. Que un experimento demuestre que una de nuestras hipótesis es inválida (no está dentro del rango que esperábamos) no tiene porqué significar que el sistema completo se desmorone sinó que debemos reajustar el sistema entero y/o reformular las otras hipótesis. No es un tema binario sinó que el beneficio final debe recalcularse.
La mayoría de las veces, las ideas no es que no sean buenas sinó que son incapaces de sostener un negocio. Muchas veces he repetido que probablemente todo lo que hacemos suma a los objetivos de compañía, pero lo más importante es saber en qué cantidad aporta cada proyecto al objetivo al que se orienta. En la última semana he hablado un par de veces de que debemos cambiar de un sistema de lineas (a qué objetivo apunta cada proyecto) hacia un sistema de vectores (en qué medida nos acerca a un objetivo).
Con esta visión es más fácil saber cuando deja de merecer la pena continuar con un proyecto. Además podemos hacer una previsión más accionable y ver si el porfolio de nuevas iniciativas y mejoras es suficiente para conseguir los objetivos.
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