Un vigilante ha salido de la estación y ha hecho sonar su silbato. La sirena de ambulancia que sonaba de fondo ha cesado y he visto en el reflejo de los cristales de la estación que venía detrás de mi. Ha aparcado en la puerta justo cuando yo entraba por ella. Otro vigilante hacía señales a un par de enfermeros.
Introduzco mi billete en la máquina y las puertas se abren.
Bajo hacia el andén y veo que la gente está mirando hacia un punto concreto, entre las escaleras y la via. Uy. No se habrá tirado alguien a la via, no? Veo los zapatos de un hombre que está tumbado en el andén. La gente se agolpa en la barandilla. La policía indica a los que miran que se hagan atrás.
Llego al andén y oigo como una mujer solloza desconsolada.
El tren llega puntual y se detiene quince o veinte metros antes de lo que suele hacerlo. Mejor. Así no pasamos cerca del hombre del suelo. Doy la vuelta por el otro lado de las escaleras y subo al primer vagón. Muchos pasajeros se acercan a las ventanas ya que desde ellas pueden ver qué ha pasado. El chico de mi lado le comenta en árabe a un compañero suyo, que se sienta al otro lado del pasillo, que le están haciendo un masaje cardíaco. No es que yo sepa árabe, pero la mímica referida al masaje cardíaco es muy explicativa.
El tren parte lentamente y cualquier curioso que mire por la ventana puede ver lo que ha sucedido.
Pam. Estás muerto.
Carrera, desarrollo profesional, marca personal, compromiso, trabajo. Estas y otras muchas palabras similares alimentan mi blog y el de muchos otros. Sobre ellas se sustentan libros, estudios, bibliografías enteras, análisis, teorías, asignaturas, másteres, posgrados, gurús (o aspirantes), profesores, coaches y un larguísimo etcétera.
Pero qué queda de todo eso cuando llega el momento? Una mujer que llora desconsolada a tu lado y un montón de gente que te mira mientras estás estirado en el andén, entre la via y las escaleras. Algo más?
¿La gente que se alimenta diariamente de todos esos libros, estudios, bibliografías enteras y ese largo etcétera para ser un profesional brillante se dedican también (a partes iguales… o ni que sea un momentito) a ser también personas brillantes, amigos brillantes, padres brillantes?
Nos hemos planteado qué quedará de nosotros cuando el enfermero deje de presionarnos rítmicamente el pecho?
Excelente reflexión David, la verdad es que a veces estamos tan ocupados con nuestros trabajos y nuestra vida profesional que se nos olvida vivir, disfrutar la vida, pasar el tiempo con la familia y los amigos que es lo más importante.
Y creo que muchos olvidamos que en la vida todo es bueno en medidas moderadas y que hay que encontrar un equilibrio entre la vida profesional y la vida personal, es de acá que todos caemos en el dilema de ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar?
Todo esto me recuerda una frase muy buena de Séneca que dice:
“No es breve la vida, largo es en el hombre el descuido del tiempo”
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