Este año me he encontrado con algunos clientes que han sacado a relucir el mismo temor: quemar a los candidatos.
Los primeros fueron una empresa inmobiliaria con una altísima rotación en su plantilla de comerciales y atención telefónica. Su principal miedo era transmitir a los candidatos la sensación que sus frecuentes necesidades de reclutamiento eran debidas por una altísima rotación. El mensaje que estuvimos trabajando fue para potenciar el mensaje que su fuerte expansión por España requería un reclutamiento masivo y continuo de nuevos talentos.
Otro caso parecido, pero donde el problema era más grave: no sólo mi cliente tenía serios problemas de reclutamiento sino el sector entero porqué habían quemado a los candidatos con contratos de corta duración y sueldos al límite de los convenios.
En ambos casos llegamos a la misma conclusión. Por mucho que los responsables de Selección trabajen para alimentar a la estructura con los trabajadores que requiere, el resto de la Compañía debe tener una sólida política de recursos humanos basada en el mantenimiento de ese capital.
Dicho de otra manera, cuantas veces hemos oído hablar de la sobreexplotación de los bienes naturales? Pues el mercado laboral es un ser vivo que puede llegar a agotarse. En Estados Unidos hace meses que se habla de la falta de mano de obra y se están estableciendo políticas estrictas de reclutamiento, formación a empleados, etc. Se debe evitar a toda costa perder talento.
Eso es lo que ha pasado en muchos sectores (no sólo en España), en los que se ha confiado en demasía con que al tener una de las cuotas de desempleo más altas de Europa, los candidatos no faltarían nunca. Quizás no faltan, pero con los medios actuales pueden irse a sectores más atractivos.
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Un comentario brillante.
Circula hace tiempo por Internet una historia sobre un joven con mal caracter:
“Su padre le dió una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta.
Las semanas que siguieron, a medida que él aprendió a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Y llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el jóven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta.
Le dijo “has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma.
Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.”
Pues creo que esto deberían tenerlo en cuenta los responsables de muchas compañias, porque si no están comprometiendo el futuro y tendrán problemas con su activo más valioso.
Gracias por tu contribución. Interesante reflexión, Telémaco :-)