Hoy he empezado a leer un libro de cuentos Zen y me siento la mar de inspirado. Qué simplicidad!
La razón de este mensaje tiene algo que ver con el Zen, me he dado cuenta mientras leía. Tiene que ver con el estado de iluminación y la maestría.
Hace muchísimos años, en Japón, había un padre que tenía tres hijos a los que quería iniciar en el arte de la espada. Para ello requirió los servicios de un Samurai.
El Samurai acudió a la casa de esa familia acompañado de un aprendiz de su escuela para que le ayudara en la instrucción de los tres hijos.
El padre y el maestro Samurai se sentaron en una habitación y fueron llamando uno a uno a los hijos con la intención de comprobar el nivel del qué partían. Colocaron un jarrón sobre la puerta y llamaron al hijo menor que acudió a la habitación. El hijo, al abrir la puerta hizo caer el jarrón, que se rompió en mil pedazos al llegar al suelo.
Repitieron la operación con un nuevo jarrón y llamaron al hijo mediano. Al abrir la puerta también hizo caer el jarrón, pero antes que tocara el suelo y se rompiera en mil pedazos, el hijo desenvainó la espada y cortó el jarrón en dos.
Por último, llamaron al hijo mayor. Al abrir la puerta tambien hizo caer el jarrón, pero antes que se destrozara lo cogió al vuelo y lo depositó en el suelo sin que sufriera ningún desperfecto.
El padre, orgulloso, dijo que su hijo mayor estaba muy preparado para las clases.
Sin mediar palabra, el maestro Samurai colocó otro jarrón en la puerta y llamó a su aprendiz. El chico empezó a abrir la puerta pero vio que el jarrón caería si entraba. Asomó la cabeza, sonrió a su maestro y se fue.
La verdadera sabiduría no consiste en saber solucionar problemas, sinó en saber preverlos y evitarlos.
Algunos comerciales no prevén que si llegan a un acuerdo desfavorecedor para su cliente, es posible que el cliente no renueve el servicio al año siguiente. El comercial quizás ha hecho una negociación brillante y ha ganado X Euros, pero ha perdido el importe de todas las renovaciones anuales que el cliente no le va a efectuar. Por esa razón el comercial no lo ha hecho bien. Ha utilizado una táctica cortoplacista y miope. No ha pensado que la partida continúa: debería haber creado unos vínculos lo suficientemente fuertes como para establecer una relación de larga colaboración mutua.
Un comercial que en una negociación trabaje por las futuras renovaciones, es un buen comercial.
En en otro lado también debemos pensar que algunos clientes son capaces jugar al enroque, cerrando cualquier via de acuerdo, de llegar a faltar el respeto en una negociación, dudar de la capacidad de negociación de su interlocutor, etc. sin saber que quizás hay otro turno.
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[…] Todo el mundo tiene asumida la figura del comercial. Todo el mundo tiene asumido que o produces o vendes, pero que las dos cosas juntas no tienen mucho sentido. Por otro lado, David Monreal comenta hoy que los comerciales, como norma, piensan en cerrar un acuerdo provechoso para ellos, incluso comprometiendo la posibilidad de renovar los contratos en años posteriores. Lógico si pensamos en las comisiones que se llevan algunos comerciales. Hasta aquí todo correcto si hablamos de bienes tangibles. Pero ¿qué ocurre cuando lo que vendemos no es tangible? Por ejemplo los servicios profesionales. […]